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Tacones Cercanos: De Navidad y Ausencias

Tacones Cercanos: De Navidad y Ausencias

TACONES CERCANOS.

 

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Confieso que cada final de año, apenas se asoma el mes de diciembre, comienzo a ver películas navideñas. ¡Las más edulcoradas y empalagosas que encuentro! Me engancho especialmente a las que van directo al grano: al día previo a la Nochebuena, cuando los protagonistas hacen filas interminables para comprar los regalos de última hora, preparan la cena en grupo, se ponen nostálgicos con fotos antiguas mientras rellenan el pavo y ven caer la nieve (estás películas siempre son estadounidenses o británicas, por ende, siempre hay nieve). Justo ahí, momentos antes de sentarse a una mesa llena de flores rojas, adornos y villancicos, suena el timbre de la puerta y se presentan inesperadamente esos familiares con los que no se ha hablado en años, y todos se funden en un emotivo e interminable abrazo.
¡Yo me quedo embobada con esos abrazos largos, fuertes, tan apretados como los que generan los aeropuertos! Porque, queridos lectores, por más cursi y obvia que sea una película navideña, reconozcamos que nada hay más reconfortante que un recuentro… ni nada más desconsolador que las ausencias.
Este año escogí alimentar mi espíritu navideño con una película del 2005, una comedia familiar que prometía arrancarme unas cuantas sonrisas viendo la actuación (siempre deliciosa) de Diane Keaton, y disfrutar con los modelitos (ya desactualizados) de Sarah Jessica Parker. “La joya de la familia”, que así se traduce al castellano el título de Thomas Bezucha, tiene una trama bastante típica: cena de Nochebuena con presentación oficial de la prometida del hijo mayor de la familia Stone, quien será odiada sin compasión hasta descubrir que detrás de ese ser humano a priori insoportable (en este caso una ejecutiva repelente con un carraspeo rabioso), se esconde un diamante en bruto que la familia entera se ocupará de pulir a punta de desaires hasta que, como no, acabe el asunto en un emotivo y apretado abrazo navideño.
Pero resulta que “La Joya de la familia” trae consigo un mensaje encriptado, el más importante, que la aleja de esas comedias hechas para pasar la tarde del domingo atiborrándonos de turrón y polvorones. La historia tiene un trasfondo que llena de nostalgia el filme desde el principio porque, a los cinco minutos de haber comenzado a conocer a estos variopintos y neuróticos personajes, nos informan que ella, Sybill, la madre luminosa, divertida, brillante, el epicentro de las Navidades y de la familia, tiene un cáncer frente al que sólo le resta sentarse a esperar. Esta información, la desaparición inminente de una Diane Keaton que nos ha enamorado, se convierte en el filtro a través del cual vemos a esa familia de película, que ha sido la mía o podría ser la suya, intentando vivir con normalidad una felicidad que se sabe efímera, intentando sellar a fuego cada momento, cada recuerdo, cada detalle de una celebración que jamás volverá a repetirse.
El final de “La joya de la familia” intenta dejarnos un buen sabor de boca, pues sigue siendo una película navideña en donde la esperanza debe aparecer incluso en los créditos. Transcurrido un año de la muerte de la madre, la familia Stone vuelve a reunirse por Navidad. Todos sonríen. Algunos se han casado, otros han tenido un hijo, hasta la repelente ha cambiado el look y ya no carraspea. Se concentran alrededor del árbol y la última toma nos enseña a una familia que ha conseguido sobrevivir. Y no deja de ser cierto. Si como yo, usted también ha perdido a un ser mágico, irrepetible, que hacía que la vida le interesara el doble, ya debe saber que el tiempo ayuda, que el dolor cambia de lugar, que deja de protagonizar nuestros pensamientos… Pero también, todos y cada uno de nosotros sabemos que nuestra noche, la de Nochebuena, estará llena de sonrisas, de abrazos, de reconciliaciones pero, sobre todo y especialmente, de ausencias.

 


EDITORIAL

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Gabriela Llanos

Twitter: @gllanosg

Correo: [email protected]

Periodista y escritora… o viceversa

Militante acérrima del humor, fundamentalista de la curiosidad y defensora a ultranza del sentido poco común del común de las mujeres

“Ojalá pudiésemos meter el espíritu de la Navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año” (HARLAN MILLER) 

ESCENA EXTERIOR-AMANECER. La cámara hace un plano general de la casa desde el jardín, prácticamente blanco, debido a la nevada propia de la Navidad en Nueva Inglaterra, al nordeste de los Estados Unidos. La cámara se acerca primero el garaje, donde el miembro más joven de la familia Stone, Amy (Rachel MacAdams), despierta dentro de un auto con la cabeza reposando en el hombro de su amor de la adolescencia; la cámara continúa por la habitación de Evertt (Dermont Mulroney), el mayor de los hermanos, que no ha pegado ojo porque se ha enamorado de su flamante cuñada; la cámara se detiene para que veamos al hermano del medio, Ben (Luke Wilson), mientras vigila de cerca Meredith (Sarah Jessica Parker) la prometida de su hermano mayor; la cámara sigue paseándose por los dormitorios del resto de los integrantes de esta variopinta familia, hasta llegar a la ventana de Sybill y Kelly, los padres, que observan cómo cae la nieve con las manos entrelazadas. Nadie duerme en la casa. Todos saben que será la última Navidad con ella, la madre (Diane Keaton), y que entonces… nada volverá a ser lo mismo. (PELÍCULA “LA JOYA DE LA FAMILIA”- THOMAS BEZUCHA)